Érase
una vez un grupo de desconocido que la vida, un día, tuvo la idea de
hacer coincidir (¡a quién se le ocurriría!) casi todos los días
durante un buen tiempo.
Compartieron
y pasaron juntos mejores y peores ratos que, al fin y al cabo, no
sirvieron más que para, entre otras cosas, conocer lo mejor que
había dentro de cada uno de ellos. Llegó
el día en que lo de verse todos los días, desgraciadamente (y
afortunadamente por lo que todos sabemos), se acabó. Pero a pesar de
la separación, y para el resto de la vida, ya no podían (una vez
que se habían conocido) “desconocerse”, de modo que de alguna u
otra forma se mantendrían presentes todos en cada uno.
Por
ahora, aunque no fuera todos los días, se seguirían viendo de vez
en cuando durante unos meses y pensaron en que podrían compartir
algunas de sus experiencias mientras estaban distantes.
Una
forma (no la única) era hacerlo a través de “El blockg de los de
Dibujo”, para el que quisiera, expusiera lo que considerara
oportuno. Cada uno de los miembros que conformaban el grupo tenía un
enorme potencial como docentes, pero sin duda el mejor potencial era
el que resultaba de la artística combinación de todos.